martes, 30 de noviembre de 2010

Y empecé este "post" en el cuarto donde aquella vez te quitaba la ropa...

Me disculpo de antemano por robarle un par de palabras al maestro Joaquín Sabina y a su cancion, "Nos dieron las 10"...


Regresar a lugares que encierran un pasado especial, un recuerdo grato y memorias llenas de afectos siempre produce un resultado ambivalente, una reacción difícil de describir con el limitado alcance del lenguaje, por que si la lengua pudiera serle fiel interprete al corazón seguramente no perderíamos el tiempo escribiendo cosas como con las que ahora, en mi caso, me permito transgredir la santidad de la palabra escrita.

Volví aproximadamente a los 14 meses al lugar en el que compartí muchas cosas con la persona que por casi 5 años fue lo mas importante de mi vida y sería idiota de mi parte pretender desconocer la serie de emociones que me invadió de forma inmediata, una verdadera montaña rusa de sentimientos, pasiones, recuerdos y yo, como de toda montaña rusa, lo único que quise fue bajarme pronto por que padezco de vértigo, miedo, ansiedad, pánico y otros muy desagradables males cuando se trata de vivir experiencias de ese tipo; Cuando pude poner un pie en el piso y logre que la tierra se detuviera (metafórico) empecé pues el proceso inevitablemente posterior a cualquier actividad de estas, el de racionalizar las sensaciones y pues el resultado fue, al contrario de lo que imaginaba, bastante positivo.

Puedo decir que, a hoy 30 de noviembre, he dejado de lado todo lo negativo que represento en mi vida esta persona de quien les comenté en el párrafo anterior; Angustias, amarguras, resentimientos, inseguridades, enojos, frustraciones, reproches, arrepentimientos... Nada de eso existe dentro de mi y puedo con cariño recordar las cosas gratificantes que tuve la oportunidad de vivir en compañía de ella. Puedo reconocer con mucho afecto y gratitud la importancia enorme que por un tiempo sostenido y considerable este ser tan especial mantuvo en mi vida y que ahora no es sino un recuerdo y que no pasara nunca de ser precisamente aquello y que, consciente de mi condición de humano, estoy seguro pronto se vera tan lejano que terminare por olvidarlo por completo.

Y así, desde el cuarto donde alguna vez te quitaba la ropa no me quedo más con la nosología y si tal vez apenas con tu recuerdo.

sábado, 6 de noviembre de 2010

“Bienaventurados los amados, los amantes, y sobre todo los que pueden prescindir del amor”.


Dicen que no hay peor infelicidad que recordar desde el dolor de la desdicha los eventos más felices de nuestras vidas y puedo de alguna manera asegurar que en algunos acontecimientos puntuales de mi vida esto es enteramente cierto.
Tengo mucho de nostálgico, sentimental y (en buen ecuatoriano) “sufridor”  y no puedo dejar de confesar, a demás,  que soy de esas personas para quienes en la vida representan verdaderos golpes devastadores ciertos acontecimientos poco felices en los que resultan  destruidos sueños, ilusiones y pensamientos que en un pasado cercanísimo representaban la mayor de las felicidades o que condicionan el futuro en una manera tal que lo vuelven un mar de incertidumbres en el que muchas veces preferiríamos ahogarnos pronto a continuar agonizando al vaivén de las mareas . Es, precisamente, desde  esta miserable condición, desde mi “vulnerabilidad”  y mi sufrimiento (que por ingenuo que sea no deja de ser legítimo y sorprendentemente cruel) que he logrado comprender como funcionan las relaciones amorosas entre un hombre y una mujer y como consecuencia de mis propias experiencias, tanto las felices como las dolorosas he llegado a la siguiente conclusión:
No hay mejor amor que el que no pasa de la ilusión, de la avidez de los amantes por tenerse, por mirarse y por tocarse; No hay como los amores que no se han completado pues, como sucede con todo, cuando se completan se terminan y pasan a ser algo nuevo, algo diferente.
El amor es como una construcción, como un proyecto, una vez que una construcción se ha completado deja de serlo y pasa a ser una casa o un edificio o lo que fuere. Indudablemente uno puede empezar ahora a disfrutar de la comodidad de su casa y puede seguir obteniendo muchos y buenos réditos de su edificio al alquilar y vender sus plantas, por ejemplo,  pero en el amor la conclusión de la obra no representa siempre el más feliz de los finales, si bien hay parejas que luego de tener hijos juntos, amasar un patrimonio y emprender en proyectos de pareja e individuales se han acostumbrado tanto y tan bien a la presencia de quien fuera algún día su contraparte romántica y que ahora es su “compañero de vida” que no reparan en la verdadera situación de su relación o si lo han hecho pues se encuentran en santísima paz con la nueva configuración que existe en cuanto al tema de las pasiones y los afectos dentro de sus vidas.
No escribo de ninguna manera desde mi amargura sino que escribo con el asombro de alguien que ha logrado retirarse un velo que cubría sus ojos  por tantos años.